Artículo original: Hunter Powell.
Traducción: Álex Figueroa F.
Miedo, Aversión y Democracia Extrema
Los congregacionalistas, los presbiterianos y
los reformadores históricamente han estado de acuerdo en que Mateo 16:18-19 y
Mateo 18:15-18 tratan acerca de la excomunión y la disciplina eclesiástica
(ver, por ejemplo, las preguntas 83-85 del Catecismo
de Heidelberg). Por tanto, estos pasajes, definen dónde se radica el poder
de la iglesia. Una de las tareas más asombrosas y atemorizantes dadas a la
iglesia en la Escritura es el sustraer a alguno de sus miembros de la comunión
con la iglesia visible. Si, como nos enseñó la reforma, entendemos ‘Iglesia’ como
la Palabra y los sacramentos administrados correctamente, entonces los límites
del gobierno de la iglesia estarán dados según dónde se radique el poder para
sustraer a una persona del sacramento de la comunión.
Para los presbiterianos, Pedro recibió las
llaves del reino en representación de los apóstoles, quienes eran los
precursores de los ancianos. Luego, todos los ancianos desde la era apostólica
son los responsables exclusivos del gobierno de la iglesia. Así, al leer Mateo18 los presbiterianos afirman que “dilo a
la iglesia” (v. 17) debe significar “dilo
a los ancianos”.
Los congregacionalistas no discutimos que los
ancianos tienen un rol en el gobierno de la iglesia, pero notamos que Pedro
recibió las llaves debido a su profesión de fe (Mt. 16). Por tanto, cuando
Mateo 16 y Mateo 18 son puestos a la par, debemos asumir que son los creyentes
a los cuales Cristo confió las llaves quienes tienen el rol cardinal en el
proceso disciplinario. Relacionando lo anterior a I Corintios 5:4-12 y IICorintios 2:6-7, es claro que es la iglesia en pleno (no solo los ancianos) la
que soporta la responsabilidad cuando se trata de excomulgar.
En ninguna parte del Nuevo Testamento se
indica explícitamente que “Iglesia” se refiere a una reunión de ancianos. Es
más, todo indica que pasajes tales como I Corintios 14:26 –“[c]uando os reunís”
(ver también Ro. 15:5, I Co. 4:17; 14:34)- aluden al cuerpo de creyentes y
ancianos reunidos, y no a un grupo de ancianos reunidos aparte del rebaño.
No podemos ignorar el rol de la congregación
en el gobierno de la iglesia solo porque tememos que una turba furibunda
destituirá al pastor de su cargo. El miedo no es la piedra fundante del
gobierno de la iglesia. Si Cristo ha dado a los creyentes congregados en una
iglesia local alguna participación en la excomunión, entonces necesitamos
preguntarnos cuál es su legítimo rol. Incluso nuestros amigos presbiterianos
reconocen un rol a su membresía al permitirles votar para escoger a sus propios
pastores. Al parecer, los miembros son capaces de discernir si un pastor está
calificado teológicamente para liderar, pero serían incapaces de discernir si
alguien se encuentra en pecado no arrepentido.
Los
presbiterianos aducen a menudo que los miembros juegan un rol a través de sus
ancianos, quienes los representan (varios congregacionalistas sostienen algo
similar). Sin embargo, la Biblia enseña que los ancianos son administradores de
Dios (Tito 1:7), y no administradores del poder de los miembros. Tanto los
ancianos como la membresía tienen su rol distintivo en el proceso disciplinario
de la iglesia. Un ejemplo útil, aunque imperfecto, sería el juez (ancianos) y
el jurado (la membresía). El juez –quien es el experto en la ley- guía y
dirige. El jurado da su veredicto. Ambos tienen distintos roles, pero deben
trabajar juntos para que el procedimiento judicial sea completo. Lo anterior
está a años luz de un gobierno eclesiástico extremadamente democrático. Está asimismo
muy lejos del nuevo (e igualmente incorrecto) ‘congregacionalismo llevado por
los ancianos’, como ha sido llamado cortésmente.
El Ingrediente Imprescindible del Congregacionalismo.
No podemos detenernos en Mateo 16 y 18, porque
la Biblia no se detiene allí. Pablo escribe a Tito, “Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y
establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé” (Tito 1:5; ver
también Hechos 14:23). Esto indica que había iglesias incompletas en la etapa
temprana del Nuevo Testamento. Las congregaciones que en ‘Hechos de los
Apóstoles’ en un primer momento se reunían en las casas, pueden ser llamadas ‘iglesias’,
pero no ‘iglesias completas’. Los apóstoles estaban ansiosos por establecer
iglesias correctamente, y al parecer no quedaban contentos con dejar a las
iglesias solas, hasta que ellas tuvieran ancianos. La Biblia habla bastante de
la autoridad de los ancianos y sobre nuestra responsabilidad de someternos a
ellos (He. 13:17; I Tes. 5:12; I Ti. 5:17). Una iglesia sin ancianos es como un
automóvil sin llantas. Sabemos que es un automóvil, pero también estamos
conscientes de que no es plenamente funcional –condúcelo a tu propio riesgo, y
no llegarás muy lejos.
Los presbiterianos bifurcan las
responsabilidades exigidas a los ancianos en I Pedro 5:2: “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de
ella…”. El obispado y el pastorado están unidos en el rol de un anciano.
Cuando Pablo dice a los ancianos de Éfeso: “[p]or
tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha
puesto por obispos”, indica con ello que el rebaño que el pastor supervisa
debe ser aquel que efectivamente está bajo su cuidado. Dicho más claramente, no
creo que un anciano en California deba ejercer obispado (‘supervisión’) sobre
los miembros de mi iglesia en Virginia. El ejercer supervisión sobre una
persona a la que no pastoreas significa que estás ejerciendo autoridad respecto
de alguien que probablemente ni siquiera has conocido.
Dado que los
presbiterianos creen que únicamente los ancianos poseen las llaves, sostienen
que sus sínodos y consistorios son efectivamente una iglesia […]. Es más, sus
pastores ni siquiera son miembros de sus iglesias locales. Los ancianos
celebran Cena del Señor en sus reuniones de presbíteros. Los
congregacionalistas, en tanto, afirmamos que el poder del anciano existe solo
en conexión con su rebaño.
Presbíteros y el Poder
Quizá la
mayor diferencia entre congregacionalistas y presbiterianos está en cómo estos
últimos reconocen a sus sínodos y consistorios autoridad vinculante sobre otras
iglesias locales. La pregunta aquí es simple: El cuerpo gobernante de ancianos,
reunidos aparte de sus iglesias locales, ¿Tiene autoridad para dirigir y/o
revocar decisiones tomadas por la iglesia local? Un pasaje fundacional para los
presbiterianos es Hechos 15, donde la iglesia de Jerusalén define de manera
vinculante un asunto teológico de la iglesia de Antioquía.
Sin embargo,
hay un par de problemas con argumentar que de este pasaje se deriva una
autoridad normativa de los sínodos. En primer lugar, los apóstoles presentes
tenían autoridad universal para decidir asuntos histórico-salvíficos
importantes. En segundo lugar, fue Antioquía la que envió mensajeros a
Jerusalén (el lugar natural para buscar sabiduría en esa etapa de la historia
bíblica). Además, si hubiese sido un sínodo modelo o tipo, entonces ¿Por qué
había solo dos iglesias presentes? Y además, ¿Por qué las otras iglesias
deberían verse obligadas por una decisión tomada sin que sus representantes
estuvieran presentes?
Para ser justos, los congregacionalistas hemos
fallado miserablemente al perseguir una independencia radical. Deberíamos
apoyar la existencia de ‘consistorios’. Anhelo también la existencia de
relaciones con pastores de otras iglesias. Busco consejo de mis amigos
presbiterianos muy a menudo, pero conferir a esos hermanos una autoridad
vinculante sobre mi iglesia sería violar una ordenanza de Cristo, cual es, la
de reconocer a la iglesia local compuesta de ancianos y de miembros todo el poder
necesario para su gobierno y para adorar a Dios.
La Tensión es Buena
Si sientes una tensión entre el rol de los ancianos
y el rol democrático en tu iglesia, entonces lo más probable es que estés en un
buen lugar. La Biblia está llena de tensiones, y es necio tratar de encontrarles
una salida fácil.
Expongo únicamente un
bosquejo muy breve de las diferencias que mantenemos con nuestros amigos
presbiterianos. Son diferencias significativas, pero las cosas que tenemos en
común las sobrepasan con creces. Hay contestaciones y réplicas a las
contestaciones a cada punto mencionado, pero se trata de un diálogo que vale la
pena sostener si queremos proteger la teología reformada para traspasarla a las
generaciones futuras.
Hunter Powell completó su PhD sobre la Asamblea de Westminster en la
Universidad Cambridge y tiene un libro pronto a publicarse acerca del gobierno
de la iglesia, titulado “La Crisis del Protestantismo Británico: El Poder de la
Iglesia y la Revolución Puritana”, 1638-44 (Manchester University Press, 2014).
Actualmente es pastor en la Sterling Park Baptist Church en Sterling, Virginia,
y es professor adjunto de historia de la iglesia en Westminster Theological
Seminary.