«Nos parece que la Escritura es muy explícita
en cuanto a cómo debería estar ordenada esta iglesia. Creemos que cada miembro
de la iglesia debe tener iguales derechos y privilegios, y que no hay poder en
los oficiales de la iglesia [ancianos y diáconos] para ejecutar cosa alguna a menos que tengan plena autorización de los
miembros de la iglesia. Creemos, sin embargo, que la iglesia debe escoger su
pastor, y habiendo hecho esto, deben amarlo y respetarlo por causa de su
trabajo. Los diáconos deben estar asociados con él para supervisar los asuntos
financieros, y los ancianos de la iglesia para asistir en todos los trabajos
del pastorado en el temor de Dios, siendo supervisores [obispos] del rebaño. Creemos que una iglesia así
está ordenada escrituralmente, y si permanecemos en la fe, arraigados,
fundamentados y establecidos, tal iglesia puede esperar la bendición del cielo,
y así se transformará en columna y baluarte de la verdad».
Charles
Spurgeon (Púlpito del Tabernáculo Metropolitano, vol. 7, 1862).
El
congregacionalismo puede o no ser atractivo, eficiente, bien entendido, bien
practicado, fácil, amado universalmente, o inmune a la distorsión y a la
corrupción, pero es bíblico. Es bíblico en dos sentidos: Primero, no una
persona ni cuerpo externo, sino solamente
la congregación es responsable en último término ante Dios por las acciones de
la iglesia en disciplina y doctrina. Segundo, la congregación en pleno es la responsable en los
términos expuestos. Este es el cuadro que encontramos en el Nuevo Testamento.
Confieso que la evidencia es escasa y las especificaciones casi inexistentes,
pero el cuadro es consistente, y las implicaciones son importantes.
Ø Disputas
entre hermanos: En Mateo 18 Jesús
enseña a sus seguidores que la congregación es el tribunal decisivo cuando se
trata de diferencias entre los hermanos. Así leemos en los versículos del 15 al
17, que el paso final para resolver una disputa es “dilo”, no a los ancianos, sino a la ekklesía, es decir, a la iglesia o congregación[1].
Hechos 6 nos brinda un ejemplo de lo anterior. Cuando surgió una disputa entre
los judíos hebreos y los judíos griegos acerca de la alimentación de las
viudas, los apóstoles pidieron a la congregación: «Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones» para
atender las necesidades de los miembros más pobres en la iglesia de Jerusalén
(v. 3). «Agradó la propuesta a toda la
multitud» (v. 5). Entonces, la congregación escoge siete individuos y los
presenta a los apóstoles para oración.
Ø Doctrina: Pablo enseña implícitamente a los Gálatas en
Gálatas 1 que la congregación es el tribunal decisivo para resolver desacuerdos
en asuntos de doctrina. Pablo exhorta a estos cristianos recién convertidos[2] en
Galacia que incluso si él, un apóstol, viniera y predicara un evangelio
diferente de aquel que ellos ya habían aceptado, ellos deberían rechazarlo. Lo
mismo han de hacer si se tratara de un misionero errante. Es interesante que
Pablo pida tal cosa a estos cristianos recién convertidos; él no está
escribiendo a los ancianos. Y eso que está escribiendo sobre un asunto de la
mayor relevancia teológica, ¡Sobre el Evangelio! Aun así él deposita su
confianza en ellos. El Evangelio los ha salvado, y su contenido cognitivo y
proposicional es incluso más significativo que las declaraciones de origen
apostólico. Pablo asume que ese mensaje del Evangelio es claro, incluso para
creyentes recién convertidos.
Ø Disciplina: Pablo enseña a los corintios en 1 de Corintios 5
que la congregación es el tribunal decisivo para resolver asuntos
disciplinarios. Él escribe sobre una situación escandalosa en la iglesia
corintia, y se dirige no sólo al pastor o al liderazgo, sino a la congregación
toda. Dice a la congregación en pleno que deben actuar, y que no deben hacerlo
asociándose con la parte ofensora.
Ø Membresía
de la iglesia: Para terminar, Pablo
enseña a los corintios en 2 Corintios 2 que la congregación es el tribunal
decisivo para determinar la membresía de la iglesia. Les escribe sobre un
pecador arrepentido a quien ellos habían excluido con anterioridad: «Le basta a tal persona esta reprensión hecha
por muchos; así que, al contrario, vosotros más bien
debéis perdonarle y consolarle, para que no sea consumido de demasiada
tristeza. Por lo cual os ruego que confirméis el amor para con él» (vv.
6-8). Pablo escribe a la congregación toda sobre una acto que ellos habían
realizado en pleno, instándolos a tomar ahora un curso diferente[3].
Se
podría hablar mucho más acerca del congregacionalismo, pero espero haber
ofrecido suficiente evidencia para dejar en claro que, de acuerdo al Nuevo
Testamento, es la congregación en pleno la que debe asumir la responsabilidad
por su vida en comunidad –respecto de disputas, doctrina, disciplina y
membresía. La congregación puede eludir esa responsabilidad, pero nunca la
perderá delante de Dios. Aunque la evidencia sea escasa, es clara y consistente[4].
¿Gobierno de los ancianos o
liderazgo de los ancianos?
Entonces, ¿Cuál es la
responsabilidad de los ancianos en el contexto del congregacionalismo? Es
importante distinguir liderazgo de los
ancianos dentro de un contexto congregacional, de una regencia o gobierno de los ancianos que no reconoce el rol bíblico de
la congregación[5].
Un congregacionalismo bíblico guiado por los ancianos es distinto del
presbiterianismo, porque no apela a una barrera externa a la congregación
contra el pecado y lo incorrecto, y se diferencia del tipo de gobierno de los
ancianos practicado en varias iglesias independientes, porque reconoce que la
responsabilidad última descansa de hecho en la congregación.
La diferencia entre estos dos
términos, ‘liderazgo de los ancianos’
y ‘gobierno de los ancianos’ es
importante. Los traductores de la versión King
James tradujeron la palabra griega proestotes
como ‘gobiernan’[6]
para describir la función de los ancianos en 1 Timoteo 5:17. Las traducciones
más modernas han usado ‘dirigen’ o ‘lideran’. En efecto, entonces, se piensa
de cierto que los ancianos han de gobernar, dirigir o liderar.
Incluso en nuestro contexto
contemporáneo, la frase “gobierno de los
ancianos” es usada típicamente para significar la atribución de la
autoridad última en las manos de los ancianos como opuesto a atribuirla a la congregación. Y eso, tal como vimos
recién, no es lo que nuestro Señor Jesús ni lo que el Apóstol Pablo parecieron
tener en mente. La congregación no pierde su autoridad final, incluso en áreas
en las que es indisputable la responsabilidad de los ancianos, como es el caso
de la enseñanza ortodoxa. Así, en 2 Timoteo 4, donde Pablo advierte a Timoteo
acerca de los tiempos de enseñanza desastrosa que se avecinan, no culpa a los
ancianos como uno podría esperar, sino a aquellos que «… teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros
conforme a sus propias concupiscencias» (v.
3).
Así, ‘dirigir’ o ‘liderar’ son palabras que resumen de mejor manera la
función de los ancianos en una congregación local que la palabra ‘gobernar’. Esta palabra recién
mencionada tiene un tono de autoridad última o final, mientras que ‘liderar’ parece más apropiada para
describir el rol dado por Dios a los ancianos en condiciones normales, quienes
deben ser reconocidos pero pueden también ser puestos a un lado por la
congregación. En conclusión, el modelo más bíblico parece ser una forma de
congregacionalismo en la cual los ancianos regular y normalmente lideran[7].
Relación de los ancianos con la
congregación
Entonces, ¿Cuál es la relación
de los ancianos con la congregación? Desde luego, al abogar por el
congregacionalismo no estoy diciendo que la congregación siempre está en lo
correcto, o que es inerrante, o que el Espíritu Santo supervisa de tal manera
el funcionamiento de cada congregación que sus acciones y conclusiones están
siempre en conformidad con la voluntad de Dios. En este mundo caído, ninguna
forma de gobierno está revestida de infalibilidad, sea que se trate del modelo
papal, congregacional, o cualquier cosa entre ambas. Sabemos que cuando Cristo
regrese encontrará fe en la tierra, porque Él
es quien ha determinado edificar su iglesia, y las puertas del Hades no
prevalecerán contra ella. Sin embargo, la mejor de las congregaciones, tal como
los mejores de entre los hombres; pueden caer y ciertamente caen. Así, la
congregación que despidió a Jonathan Edwards estaba en todo su derecho de
despedirlo, pero creo que ellos se equivocaron en su decisión de hacerlo.
Al mismo tiempo, el llamado a
los cristianos de obedecer a sus líderes (He. 13:17) de ninguna manera implica
que estos últimos sean infalibles. Los ancianos y pastores también cometen
errores, y por ellos (hablo como un anciano), daremos cuenta ante Dios (Stg.
3:1). Aun así, no podemos ignorar el llamado que Dios nos hizo a liderar su
iglesia. Así que predicamos y enseñamos, estudiamos y oramos, evangelizamos y
discipulamos, examinamos y exhortamos, deliberamos y decidimos.
Sin embargo, en último término
los ancianos podemos actuar solo enseñando y persuadiendo a la congregación.
Todos los deberes, responsabilidades y obligaciones que pesan sobre los
ancianos nos han sido dados por la congregación a la que servimos. Ciertamente
Dios debe llamarnos, y esperamos un testimonio interno de esta vocación divina.
Pero este llamado de Dios sentido internamente debe ser confirmado por una
congregación visible, por un rebaño particular que nos pida pastorearlo y nos
siga cuando lo hacemos. Por esta razón, un anciano no puede ser ni instalado ni
removido si no es por el voto de la congregación.
Una vez que la congregación
confirma el llamado del anciano, el liderazgo de los ancianos normalmente debe
ser objeto de confianza, especialmente en asuntos que son tanto significativos
como confusos. Los ancianos han sido reconocidos precisamente por este tipo de
trabajo cuidadoso.
Mark
Dever es Senior Pastor de la Capitol Hill Baptist Church en Washington, D.C., y
Director Ejecutivo de 9Marks. El Dr. Dever ha escrito y contribuido a la
publicación de diversos libros sobre salud y liderazgo de la congregación,
incluyendo Nine Marks of a Healthy Church y The Deliberate Church.
* Este artículo corresponde a la
traducción de un extracto del libro del pastor Mark Dever, “By Whose Authority? Elders in Baptist Life”, 9marks, 2006,
pp. 32-36. Traducción por Álex Figueroa F.
[1] En su traducción de la Biblia, William
Tyndale tradujo ekklesía como ‘la
asamblea’.
[2] El autor utiliza ‘young’ (‘jóvenes’). En este párrafo se traduce siempre como ‘recién
convertidos’ [N. del. T.].
[3] Un asunto relativo a la forma de
gobierno aun más importante que la pluralidad de ancianos es la defensa de la
membresía regenerada de la iglesia.
[4] Esto coincide con la evidencia del
período post-apostólico inmediato. Así, Clemente de Roma escribe de ancianos
siendo comisionados «con el consentimiento pleno de la iglesia»,
en su Primera Epístola a los Corintios. En Early Christian Writings: The
Apostolic Fathers, trans. Maxwell Staniforth (New York: Penguin Books,
1968), 46.
[5] El punto aquí no es la distinción entre
el uso entre la frase “liderada por
ancianos” como opuesta a “gobernada
por ancianos”, sino la distinción entre aquellas congregaciones que
reconocen y las que no reconocen su responsabilidad bíblica, no solo de
obedecer a sus líderes (como en He. 13), sino que también en ocasiones de
desobedecerlos (como en Gá. 1). Dios pedirá cuentas a los maestros por lo que
enseñan (ver Stg. 3:1), pero las congregaciones que se sientan cómodamente a
escuchar algo seriamente erróneo no son, desde luego, absueltas de
responsabilidad. Estas congregaciones deberían rehusar seguir a tales líderes.
Aquellas iglesias que afirman no tener tal responsabilidad, sino que asignan la
responsabilidad de discernir la verdad solo a los ancianos, han renunciado a
una responsabilidad bíblica. Por otro lado, las congregaciones que reconocen
que deben seguir a sus líderes bajo circunstancias normales, pero que hay
ocasiones en las que no deberían hacerlo, mantienen para sí mismas
responsabilidades que son reconocidas y enseñadas en las Escrituras.
[6] En el original: Rule [N. del T.]. En la
versión Reina Valera se tradujo como ‘gobiernan’.
[7] Aunque estoy feliz de defender este
modelo como la forma bíblica de gobierno, no sugeriría que una iglesia sin este
modelo no es una verdadera iglesia, ni tampoco que la forma de gobierno debe
ser un asunto de acuerdo entre las iglesias a fin de que ellas puedan trabajar
juntas en misiones, evangelismo y educación.
Excelente articulo sobre el liderazgo de los ancianos en el congregacionalismo de Mark Dever
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