lunes, 30 de agosto de 2010

Enfrentando la Tentación


Ciertamente el cristiano enfrenta diversas luchas, siendo una de las más difíciles aquella que se libra contra las tentaciones. Me atrevo a asegurar que todo cristiano batalla contra ellas de forma cotidiana, y que incluso, si no encuentra lucha alguna en su vida debiera preguntarse si está en la fe de Cristo.


Pero ¿Por qué nos enfrentamos a esta guerra con nuestra carne, de tal manera que nuestra voluntad no pocas veces llega a verse doblegada?


La respuesta clama en las Escrituras: es porque nuestra carne se inclina hacia el pecado. En efecto, encontramos diversos pasajes que ilustran esta verdad:


“dijo Jehová en su corazón: No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud” Gn. 8:21


“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” Jer. 17:9


“Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” Mr. 7:21-23.


“Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios” Ro. 8:7-8.


Incluso, Santiago clarifica aún más el proceso de la tentación, al decir que “cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (Stg. 1:14-15). Es decir, todo el material necesario para llevarnos a incurrir en pecado está en nuestro interior, faltando sólo un detonante que libere el potencial maligno de nuestro ser.


Es por esto que todo cristiano enfrenta diariamente una lucha contra su propia naturaleza, en tanto va siendo transformado por el poder del Espíritu Santo.


Pero… ¿Significa esto que estamos condenados a caer en pecado? De ninguna manera. Dice también la Biblia:


"No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar" 1 Co. 10:13.


“el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” Fil. 1:6.


“Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman” Stg. 1:12.


“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” Stg. 4:7.


Estos hermosos pasajes nos dan a entender que un cristiano no sólo puede, sino que también debe superar la tentación. Dicha prueba, como dice una de las citas, no será superior a lo que podemos soportar, por lo que siempre habrá un instante de decisión en el que podemos huir.


Es necesario tener claro, de todas formas, que esta lucha nunca debe hacerse en las propias fuerzas, ya que eso sería como ir al choque contra una locomotora a toda velocidad. Es preciso “esforzarse en la gracia” (2 Ti. 2:1) que es en Cristo Jesús, sabiendo lo que el maestro dijo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Jn. 15:5).


Por otra parte, es preciso saber que somos débiles y nuestra carne está presta a caer, por lo que nunca hay que explorar nuestros límites ni sentir que podemos resistir. Tomemos el ejemplo de Lot, cuya vida espiritual decayó no cuando vivía en Sodoma, sino cuando “fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma” (Gn. 13:12). El camino hacia la caída comienza con un paso en falso.


Ya lo dijo también Cristo: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” Mt. 26:41.


Así también es menester tener en cuenta que, como dijo el Apóstol Pablo, “no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes” (Ef. 6:12-13).


Velar y orar es entonces la clave, tomando las palabras del mismo Cristo. Y recordemos esto, que “no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (He. 4:15).


Bendito sea el Señor nuestro Dios, que Él desarrolle la santidad en nosotros. Amén.


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Dejo aquí un video ad-hoc, del Pastor Joshua Harris, sobre cómo enfrentar la tentación. Bendiciones.