jueves, 22 de noviembre de 2012

No seamos como ellos


«Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos» I Co. 10:11.

Dios no nos ha dejado a oscuras. A nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos, nos ha dejado un registro con su voluntad perfecta, y toda la revelación que hay en Cristo.

Ahora podemos ver sin el velo, siendo capacitados por el Espíritu para interpretar correctamente las Sagradas Escrituras. En ellas podemos ver cómo personas que pisaron esta tierra y anduvieron en ella como nosotros, se vieron expuestos a la ira de Dios por codiciar, tentarlo, fornicar, murmurar e idolatrar. Ellos alguna vez respiraron, comieron, bebieron, hablaron trivialidades, rieron y lloraron, como nosotros. No son sólo nombres o números en la Biblia, sino que ellos fueron almas vivientes, que llevaron la retribución por su pecado.

Pablo está advirtiendo a los corintios, para que no se envanezcan. Les dice que él mismo golpea su cuerpo y lo somete a servidumbre, para no terminar eliminado (9:27). Luego afirma: «Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar, y todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo» (10:1-4).

¿Qué quiere decir con esto? Pablo los quiere hacer meditar, pensar. Les está diciendo: 'fíjense, eran iguales a uds.'. Estuvieron bajo la nube y pasaron el mar, es decir, salieron de alguna forma del mundo queriendo seguir a Dios. Además, fueron bautizados, y comieron de la misma comida y bebieron de la misma bebida, simbolizando todo esto al cuerpo y la sangre de Cristo. Esto nos recuerda un poco lo que dice Hebreos, refiriéndose a aquellos «que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron...» (He. 6:4-6). 

En esos dos últimos pasajes está apuntando a quienes se han congregado junto con los hermanos, siendo así partícipes del Espíritu y alimentados con la Palabra, 'gustando' del don Celestial, pareciendo servir a Dios como todo el resto de los hermanos. Pero, ¿A qué nos quiere llevar Pablo? Nos está diciendo que podemos caer igual que ellos lo hicieron, porque participamos de las mismas cosas de las que ellos participaron, y aun así cayeron. Podemos deslizarnos por barrancos resbalosos, si no atendemos a las señales del camino.

Pero ¿Cuáles son esas señales del camino? Aquello que ya se escribió, que ahora sirve como ejemplo, y están escritas para amonestación de los creyentes de los últimos siglos. Estas señales del camino nos indican que hay muerte y destrucción en la idolatría, fornicación, murmuración y en tentar al Señor. Dios las sigue aborreciendo y abominando tanto como antes lo hizo, aunque ahora no veamos a personas arder por este hecho.

Es preciso estar atentos a estas señales, escudriñando las Escrituras para descubrirlas. La Palabra nos dice: «¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol» (Ec. 1:9). Muchos fueron puestos por escarmiento por Dios, para advertir a sus hijos sobre los peligros del pecado. La gran mayoría de quienes fueron destruidos, eran contados dentro del pueblo de Dios, y disfrutaron de las mismas bendiciones de todo el resto del pueblo. Por ello afirma después: «Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga» (I Co. 10:12). 

En otras Palabras, Pablo nos está diciendo: '¿viste lo que les ocurrió? ¿Qué te hace pensar que no te podría ocurrir a ti? Ten cuidado para que no termines como ellos'. Pero no los deja en la desesperación, ya que luego agrega: «No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar» (v. 13).

Es decir, los está animando, ya que Dios nos da todas las herramientas para resistir la tentación, y no terminar como aquellos que fueron puesto por escarnio para nuestra enseñanza y amonestación, pese a haberse contado dentro del pueblo de Dios alguna vez.

El Señor nos ayude a no menospreciar su precepto, sino a ser reverentes y temer, para apartarnos del mal.

martes, 6 de noviembre de 2012

¿Puedes ser un buen cristiano y no ir a la iglesia? - C. Spurgeon


Ahora, yo sé que hay algunos que dicen: "bien, yo espero haberme entregado al Señor, pero no pretendo entregarme a ninguna iglesia, porque ..." Ahora, ¿por qué no? "Porque puedo ser un cristiano sin ella." ¿Estás muy convencido de eso? ¿Puedes ser tan buen cristiano desobedeciendo los mandamientos de tu Señor, como si fueras obediente a ellos? Bien, supón que todos los demás hicieran lo mismo; supón que todos los cristianos del mundo dijeran: "yo no me uniré a la Iglesia." Entonces no habría una Iglesia visible; no habría ordenanzas. Eso sería algo muy malo, y, sin embargo, si uno lo hiciera -lo que es correcto para uno es correcto para todos- ¿por qué no habríamos de hacerlo todos los demás? Entonces ¿tú crees que si fueras a hacer un acto que tiene la tendencia a destruir a la Iglesia visible de Dios, serías tan buen cristiano como si hicieras lo más que pudieras para edificar esa Iglesia? ¡Yo no lo creo, amigo! Ni tú tampoco. Tú no crees tal cosa; se trata sólo de una excusa engañosa para esconder algo más.

Allí está un ladrillo, y es uno muy bueno. ¿Para qué está hecho ese ladrillo? Para ayudar a construir una casa con él. No tiene caso que ese ladrillo te diga que es tan buen ladrillo mientras esté tirado en el suelo como si estuviese en la casa. Es un ladrillo que no sirve para nada; no sirve mientras no sea colocado en la pared. De igual manera ustedes, cristianos vagabundos, yo no creo que ustedes estén cumpliendo su propósito; están viviendo contrariamente a la vida que Cristo quiere que vivan, y han de ser culpados en gran manera por el daño que hacen. 

"¡Oh!", -dice uno- "aunque espero que amo al Señor, si yo fuera a unirme a la Iglesia, sentiría que es una gran atadura para mí". Es justo lo que deberías sentir. ¿No deberías sentir que estás ligado a la santidad ahora, y ligado a Cristo ahora? ¡Oh, esas benditas ataduras! Si hay algo que me pudiera hacer sentir más ligado a la santidad de lo que estoy, me gustaría sentir ese grillete, pues sentirse ligado a la santidad no es otra cosa que libertad, y rectitud, y solicitud de vida.

"¡Oh!", -dice otro- "si yo me uniera a la Iglesia, me temo que no sería capaz de persistir." Tú esperas persistir, supongo, fuera de la Iglesia; es decir, ¡te sientes más seguro desobedeciendo a Cristo que obedeciéndole! ¡Qué extraño sentimiento es ese! ¡Oh!, sería mejor que fueras y dijeras: "mi Señor, yo sé que tus santos deben estar unidos en la comunión de la iglesia, pues las iglesias fueron instituidas por Tus apóstoles: y yo confío que tengo gracia para cumplir con esa obligación: no tengo ninguna fuerza propia, Señor mío, pero mi fuerza radica en apoyarme en Ti: iré donde Tu me guíes, y todo lo demás lo dejaré en Tus manos."

"¡Ah!, pero", -dice otro- "yo no puedo unirme a la Iglesia; es tan imperfecta." ¡Entonces, tú eres perfecto, por supuesto! Si es así, te aconsejo que te vayas al cielo, y te unas allá a la Iglesia, pues ciertamente no eres idóneo para unirte a ella en la tierra, y estarías fuera de tu lugar.

"Sí", -dice otro- "pero veo que los cristianos tiene muchas cosas malas." ¡No hay nada malo en ti mismo, supongo! Yo sólo puedo decir, hermanos míos, que si la Iglesia de Dios no es mejor de lo que yo soy, lo siento. Cuando yo me uní a la Iglesia, sentía que iba a recibir mucho más bien del que yo podría aportarle, y con todas las fallas que he visto al vivir estos veinte años o más en la Iglesia cristiana, puedo decirles, como hombre honesto, que los miembros de la Iglesia son los excelentes de la tierra, en quienes está todo mi deleite, aunque no sean perfectos, y más bien estén a gran distancia de serlo. Si fuera del cielo, hubiera de encontrarse a alguien que viva realmente cerca de Dios, son los miembros de la Iglesia de Cristo. 

"¡Ah!", -dice otro- "pero hay muchos hipócritas." Tú mismo eres muy cabal y sincero, supongo. Confío que lo seas, pero entonces, deberías venir y unirte a la Iglesia, para aumentar su integridad por medio de la tuya.  

Estoy seguro, mis queridos amigos, de que ninguno de ustedes cerraría su tienda mañana por la mañana, o rehusaría aceptar cualquier moneda de oro cuando algún cliente les fuera a pagar, sólo porque hubiere algunos falsificadores que estuvieran pagando con monedas de oro falsas. No, ustedes no lo harían, y no creen en la teoría de ciertas personas, de que debido a que algunos cristianos profesantes son hipócritas, entonces todos lo son, pues eso sería como si dijeras que, porque algunas monedas de oro son falsas, entonces todas las monedas de oro son falsas, lo que sería claramente un error, pues si todas las monedas de oro fueran falsas, no sería negocio para el falsificador presentar sus monedas falsificadas: las monedas falsas son de valor sólo cuando la cantidad de buen metal sobrepasa al malo. Hay todavía una muy buena cantidad de respetables cristianos de oro en el mundo e incluso todavía en la Iglesia, y puedes estar seguro de ello.

"Bien", -dice alguien- "yo no creo, -aunque espero ser un siervo de Dios- que pueda unirme a la Iglesia; verás, es muy despreciada." ¡Oh, qué bendito desprecio es ese! Yo en verdad creo, hermanos, que no hay honor en el mundo que se equipare al de ser despreciado por lo que se da en llamar "Sociedad" en este país. La mayoría de la gente es esclava de lo que llaman "Respetabilidad". ¡Respetabilidad! Cuando un hombre se pone el día domingo un abrigo que ha comprado con su dinero; cuando adora a Dios por la noche o durante el día, ya sea que los hombres lo vean o no: cuando es un hombre honesto e íntegro -no me importa cuán bajos sean sus ingresos- él es un hombre respetable, y no debe doblegar su cuello ante la idea de Sociedad o de su respetabilidad artificial.

Estos diversos tipos de farsantes, pues no son otra cosa, impiden que muchos se unan a la Iglesia cristiana, porque tienen miedo de ser despreciados por la gente respetable de la Sociedad. [...] Es terrible que tan pronto como algunas personas se elevan en su posición social, renuncian a la Iglesia a la que se entregaron cuando se consagraron al Señor. El día llegará cuando los cristianos más pobres serán exaltados por encima de los nobles más altivos que no temieron al Señor; cuando Dios tome de las miserables viviendas y casuchas de Londres, una nobleza de una raza imperial que hará sonrojar a todos los reyes y príncipes del mundo. Y a estos los pondrá por encima de los serafines, mientras otros serán echados de Su presencia.

Yo le digo a cualquiera de ustedes, que no quiera unirse a la Iglesia porque hacerlo rebajaría su respetabilidad: tampoco yo te pido que te unas a ella, ni Cristo tampoco te lo pide: si la Sociedad y la Respetabilidad son los dioses que adoras, acude a tus dioses miserables y adóralos, pero Dios lo requerirá de tus manos en el día de las cuentas. No hay nada mejor que el servicio de Cristo.

En lo que a mí respecta y si el servicio de Cristo lo requiriera, acepto ser despreciado, ser señalado, ser abucheado en las calles, ser llamado con todo tipo de apodos, y prefiero eso a todas las estrellas de las órdenes de caballería y dignidades de la nobleza, pues este es el verdadero honor del cristiano cuando sirve verdaderamente a su Señor.

Viene el día en el que el Señor hará una división entre aquellos que lo aman y aquellos que no lo aman, y cada día se está alistando para esa última división. Esta misma noche esa división está siendo realizada; en la predicación del Evangelio se está implementando. Que cada hombre tome su posición, y se haga la pregunta: ¿estás con Cristo o con Belial? ¿Estás con Dios, con Cristo, con la sangre preciosa, o todavía estás al nivel de los placeres pecaminosos y sus deleites? Como tendrás que responder por ello cuando los cielos estén ardiendo, y la tierra se tambalee, y la trompeta del juicio te convoque delante del gran trono blanco, ¡entonces da cuenta de ello ahora!


Charles Haddon Spurgeon, extracto del sermón "Ser miembros de la Iglesia".



lunes, 15 de octubre de 2012

Iglesias de Laboratorio



Por la -torpe- expresión "Iglesia de Laboratorio", aludo a la creencia según la cual, por el sólo hecho de que en una congregación se prediquen las doctrinas escriturales, tal iglesia se verá libre de conflictos, disensiones, contratiempos, dolores y problemas en su seno; resultando así una congregación "químicamente pura", sin dilemas, sin tormentas, sin valles de sombra, sin crisis ni imperfecciones a tratar.

Que no se confunda el lector, no estoy minimizando ni despreciando en absoluto la importancia de la verdad: la predicación de la sana doctrina es esencial e insustituible en la iglesia de Cristo. Debe estar presente en el púlpito de cada asamblea que se precie de ser cristiana, siendo la salvaguarda por excelencia contra innumerables males y pecados. Con todo, el hecho que una congregación confiese y predique la verdad bíblica no elimina la corrupción de los miembros que la componen, ni erradica totalmente la presencia del pecado de sus vidas, así como tampoco repele completa y definitivamente la obra destructiva de Satanás. 

Aval de lo anterior es que aun en la iglesia apostólica encontramos terribles casos de desobediencia, maquinaciones satánicas en contra de las congregaciones y situaciones vergonzosas que hicieron necesaria la aplicación de la disciplina, incluso en su faceta más extrema. En otras palabras, aun teniendo como predicadores y maestros a los depositarios mismos de la revelación divina -como lo fueron los apóstoles-, las iglesias locales debieron enfrentar las inevitables consecuencias de estar compuestas de pecadores redimidos, pero pecadores al fin y al cabo.

Es así como, aunque no lo queramos, la vida de la iglesia comprende también el lidiar con el pecado que mora en nosotros. Dicha corrupción que nos caracteriza como seres caídos produce frecuentemente brotes de carnalidad, que se traducen en lágrimas y pesares a veces profundos; y que en casos más serios son sucedidos por crisis que alteran para siempre la conformación de una congregación.

Ahora, ¿Hago con estas afirmaciones una justificación del pecado? Por ningún motivo, simplemente constato un hecho que es necesario tener en cuenta. Esto sobre todo considerando algo que para nadie es un misterio: el hermoso despertar del amor por las Escrituras que la iglesia ha venido experimentando. En este contexto, muchos hermanos han caído en la ilusión de la "Iglesia de Laboratorio", desconcertándose desmedidamente por situaciones que forman parte de la vida de las congregaciones, tales como la necesidad de aplicación de disciplina bíblica o crisis profundas derivadas de la carnalidad de sus miembros. Así, quedan a tal punto pasmados que terminan por separarse de sus hermanos, en lugar de resistir el vendaval firmes en la fe y en la comunión de los santos (no olvidar que estoy hablando de una iglesia que confiesa y predica las verdades bíblicas, no de una congregación apóstata).

Desde luego debemos lamentarnos ante tales situaciones, pero algo muy distinto es pensar que una iglesia bíblica no pasará por estos duros trances, lo cual, creyendo algunos, se han apartado para trazar su propio camino en la fe, confiando más en sí mismos y lo que puedan lograr en la soledad que en la comunión con aquellos que enarbolan el mismo estandarte, transformándose muchas veces en verdaderos caudillos teológicos, que nunca encuentran un lugar lo suficientemente perfecto -"químicamente puro"- para echar raíces y servir allí con los dones recibidos del Señor.

En suma, el espejismo de la "Iglesia de Laboratorio", además de ser un engaño, puede llevar a extremismos nocivos y a un individualismo craso. Tengamos en cuenta que incluso la iglesia apostólica debió enfrentar situaciones problemáticas, concluyendo entonces que una congregación bíblica no está exenta de las consecuencias inevitables del pecado de sus miembros.

Dios nos conceda permanecer firmes en su verdad eterna, y enfrentar las tormentas cotidianas -tanto personales como congregacionales- con las herramientas y principios bíblicos.

Álex Figueroa

viernes, 28 de septiembre de 2012

Llamada al servicio - William Gurnall


En esta entrada, revisaremos las directrices para un servicio piadoso a Dios, dadas por el autor puritano William Gurnall en su libro El cristiano con toda la armadura de Dios (cap. 1, pp. 46-50, ed. The Banner of Truth Trust, 2011).

«Todo soldado está llamado a una vida de servicio activo, igual que el creyente. La misma naturaleza de ese llamamiento excluye una vida ociosa. Si pensabas ser soldado de verano, considera con cuidado tu comisión. Tus órdenes espirituales son rigurosas. Igual que el apóstol, no quiero que ignores esto y, por tanto, cito algunas directrices.

1. Renuncia a tus pecados predilectos
Aquellos pecados más cercanos a tu corazón deben ahora ser hollados bajo tus pies. ¡Y se necesita valor y coraje para hacerlo! Crees que Abraham fue probado al límite cuando se le pidió tomar a Isaac -"tu hijo, tu único, a Isaac a quien amas" (Gn. 22:2)- y ofrecerlo con sus propias manos. Pero no tiene ni comparación con esto: "Alma, toma tu deseo, el hijo más cercano a tu corazón, tu Isaac, aquel pecado del cual piensas granjear mayor placer. Ponle las manos encima y ofréndalo; derrama su sangre ante Mí; clava el cuchillo sacrificial en su mismo corazón, ¡y hazlo con gozo!".
Esto es superior a las fuerzas humanas. Nuestros deseos no se quedarán quietos sobre el altar con la paciencia de Isaac, ni como el Cordero que va mudo al matadero (Is. 53:7). Nuestra carne ruge y chilla, partiéndonos el corazón con sus horribles gritos. ¿Quién puede expresar el conflicto, la lucha, las convulsiones de espíritu que aguantamos antes de cumplir con esta orden de corazón? ¿Quién puede explicar plenamente la sutileza con que tal deseo defenderá sus derechos?
Cuando el Espíritu te convence de pecado, Satanás también intentará convencerte. Te dirá: "No tiene importancia, acéptalo". O sobornará el alma con una proposición de secreto: "Puedes quedarte con esto, y también con tu buena reputación. No se notará para avergonzarte ante los vecinos. Puedes encerrarlo en el ático de tu corazón, lejos de las miradas, si me dejas de vez en cuando sentir los abrazos salvajes de tus pensamientos y tu afecto secreto".
Si no se le permite esto, entonces Satanás pide una prórroga para la ejecución, sabiendo que en la mayoría de estos casos los pecados al final obtienen  el indulto total. Mientras más lo aplacemos, más difícil será romper con los elocuentes artificios de este defensor del pecado y la muerte, para llevar a cabo su ejecución. En esto los hombres más valientes de la historia han sido como arcilla en manos del adversario. Vuelven de la batalla con banderas de victoria al vuelo, para vivir y morir en su casa esclavos de un deseo rastrero. Son como aquel gran general romano que, en su paseo triunfal por la ciudad, no podía quitar los ojos de una prostituta que iba por la calle; ¡un conquistador de imperios, cautivo de la mirada de una sola mujer!

2. Conforma tu vida a Cristo
Se nos manda no conformarnos a este siglo; esto es, no comprometernos con las costumbres corruptas del día. El creyente no debe ser un sastre tan complaciente que corte el manto de su profesión según la moda. En su lugar, debe plantarse en sus principios, demostrando abiertamente ser ciudadano del Cielo al revestirse de la verdad. Hace falta gran coraje para hacer caso omiso del menosprecio que sin duda arrostrarás por tu disconformidad. Tristemente, hay muchos que no pueden soportarlo. Hemos visto muchas veces cómo un manto de orgullo cubre rápidamente el manto celestial de la justicia imputada en aquel que teme las burlas de los hombres, si se atreve a hablar abiertamente de Cristo (cf. Jn. 7:13). ¡Cuántos pierden el Cielo por vergüenza a acudir "vestido de tontos!.
Mientras algunos se burlan, otros perseguirán a muerte al creyente que no se conforme a los principios y prácticas de este mundo. Esta fue la trampa que se les puso a los tres hebreos exiliados en Babilonia. Tenían que bailar al son de Nabucodonosor, o morir (Dn. 3:15). Igualmente en el caso de Daniel, que anduvo de forma tan perfecta que la única acusación que sus enemigos pudieron encontrar contra él fue su entrega a su religión (Dn. 6:5). En tal caso, cuando la decisión es de vida o muerte, cuando un creyente está ante la alternativa de negar a su Señor o ser presa de hombres sanguinarios, ¡cuántas retiradas y huidas inventa el corazón cobarde para protegerse!. Es un gran honor para el cristiano si lo único que pueden decir sus enemigos es: "No vive como nosotros". El cristiano que se enfrenta a tanta oposición debe aferrarse bien a su fe, si no quiere ser desmontado enseguida. 

3. Salta los obstáculos
Siempre hay aquellos en la iglesia que, por medio de graves errores de conducta y juicio, han puesto piedras de tropiezo ante los cristianos profesos. Hará falta una santa resolución para enfrentarse al desánimo. Esfuérzate como Josué. Cuando la mayoría de los israelitas se rebelaban y su corazón miraba hacia Egipto, Josué mantuvo su integridad. Declaró que aunque ningún otro se le uniera, él igual serviría al Señor. 

4. Confía en Dios en cada circunstancia
A veces el santo ha de confiar en un Dios escondido: "El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios" (Is. 50:10). Esto requiere un paso decidido de fe: aventurarse a entrar en la presencia de Dios con la misma temeridad que Ester lo hizo ante Asuero. Aunque no nos sonría, ni alce su cetro de oro para que nos acerquemos, debemos ir adelante con esta noble resolución: "si perezco, que perezca" (Est. 4:16). 
Esto nos lleva por la fe un paso más allá: también hemos de confiar en el Dios que nos "mata". Hay que declarar con Job: "Aunque Él me matare, en Él esperaré" (Job 13:15). Hace falta una fe sumisa para que el alma siga adelante cuando Dios, con rostro adusto, parece disparar flechas envenenadas contra ella. Es muy duro, y pondrá a prueba el talante del cristiano. Pero este espíritu se encontraba en la cananea, que recibió las negativas de Jesús, y, con humilde valor, se las devolvió en su ruego (Mr. 15:22-28).

5. Sigue el camino hasta el final de la vida
Tu obra y tu vida deben terminar juntas. Persistir hasta el fin será el aguijón en tu carne cuando el camino parezca interminable y tu alma pida liberarse antes de tiempo. La constancia añade peso a todas las dificultades del llamamiento. Hemos conocido a muchos que se han unido al ejército de Cristo y les ha gustado ser soldados durante un par de escaramuzas; pero pronto se han hartado y han terminado por desertar. Se alistan por impulso en el deber cristiano, se persuaden fácilmente a profesar la religión, y con la misma facilidad la abandonan. Como la luna nueva, brillan un poco al empezar la noche, pero se esconden antes del alba.
¡Perseverar es difícil! Tomar la cruz a diario, orar siempre, velar día y noche, y nunca quitarse la armadura para descansar, hace que muchos se alejen entristecidos de Cristo. Pero este es tu llamamiento: hacer de la fe cristiana el trabajo diario, sin vacaciones cada año. Estos ejemplos bastan para demostrar el coraje y valor que necesitas».

Soli Deo Gloria

sábado, 17 de marzo de 2012

Acuérdate del día del Señor


[Este documento corresponde a un resumen que confeccioné a partir del artículo "Acuérdate del día de reposo para santificarlo", del Dr. Peter Masters, pastor del Tabernáculo Metropolitano, Iglesia Bautista en Londres que traza su historia desde el año 1650) – Traducido y adaptado por Alexander León.]

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¿En qué medida continúa este mandamiento en el Día del Señor?

Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos.
Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación” Génesis 2:1-3.

Dios decreta un Día Especial.

En Génesis 2:2-3, se nos dice que Dios acabó Su obra de la creación, y bendijo el día séptimo y lo santificó. Fue dado a la raza humana en la Creación (1), para conmemorar la obra de la creación divina, (2) para establecer un día de adoración, y (3) para proveer un símbolo del descanso en el que entran todos los que confían Cristo y descansan de sus propias obras (Hebreos 3 y 4).

Algunos son de la opinión que el cuarto mandamiento ya no se aplica porque era solamente parte del pacto Mosaico. Sin embargo, es mayor que este pacto, puesto que comenzó con un decreto en la Creación.

Estas palabras en Génesis 2 se registran para la obediencia y beneficio de la raza humana: significa que Dios dio un distintivo, un lugar especial en la semana para la adoración, que debía considerarse por encima de los demás días, y santificarlo.

Un Día Único

Consideremos cuidadosamente que el día fue bendecido por Dios, aunque usualmente son las personas las que son bendecidas en la Biblia. También, se realizó una distinción para santificar el día, aunque en general son las personas, los lugares o los objetos que son santificados o apartados. El mensaje obvio del grandioso acto de Dios es que se asociarían especiales bendiciones en conexión con este día. Debería ser apartado para Dios y para el descanso, teniendo como justificación que Dios mismo descansó en este día, y el hombre siendo creado a su imagen, debería seguir su ejemplo. Después de la Caída continuó como día de culto, regocijo espiritual y proclamación de la Creación.

De otra manera, ¿Por qué Dios habría puesto tanto énfasis en bendecir y santificar un día de la semana, si no quisiera que se tratara de una ordenanza perpetua, válida para todos los hombres? Si no fuera así, no se explicaría la frase de Éxodo 20:8 que dice “Acuérdate del día”, lo cual con claridad nos indica que la observancia del sabbath fue originada mucho antes, en el Jardín del Edén, de lo cual los oyentes no eran ignorantes. Esto se puede deducir del hecho que el cuarto mandamiento está ligado al decreto de la Creación en Éxodo 20:11, “Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y el mar, y todo lo que hay en ellos, y reposó en el séptimo día, por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó”.

Antes de los Mandamientos

Éxodo 16:23 dice: “Esto es lo que ha dicho Jehová: Mañana es el santo día de reposo, el reposo consagrado a Jehová…”. Esto prueba que se guardaba antes de que fuera dictada la ley propiamente tal.

John Flave en su exposición del “Pequeño Catecismo” anota varias marcas de honor que Dios puso en el cuarto mandamiento:

1. Es el mandamiento más largo de los 10.
2. Hay un recordatorio solemne y una advertencia antes del mandamiento
3. Se expresa tanto positiva como negativamente, lo cual no ocurre con los demás
4. Se refuerza con más argumentos que los demás mandamientos

Propósitos del Sabbath


Aparte de las causas nombradas en el momento de la creación para honrar y santificar este día, con los Mandamientos vino un propósito adicional: honrar a Dios por la liberación. Esto se dice Deuteronomio 5.15: “Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo”.

Los Judíos del Antiguo Testamento tenían que conmemorar y proclamar en el día de sabbath su redención de Egipto. Este era un tipo de la verdadera liberación que Cristo hizo de los suyos en el Calvario. Por lo tanto el sabbath cristiano, también tiene este propósito: ser un día de proclamación de Cristo, nuestra liberación.

Naturalmente, deseamos saber cuánto de la observancia del mandamiento del sabbath nos corresponde hoy: ¿todo o solo parte? Desde el tiempo de la Creación, el día de sabbath contenía un elemento “temporal” en él, porque contenía un tipo o simbolismo que miraba hacia la obra de la redención en Cristo (He. 3 y 4). Obviamente, una vez que Cristo vino, el aspecto simbólico fue cumplido, todos los símbolos se volvieron obsoletos cuando se nos dio la luz clara del cumplimiento. Entonces, no es de sorprenderse que Dios moviera la observancia del sabbath al primer día de la semana, el día de la resurrección de Cristo, porque señala el triunfo de Su obra en el Calvario. Desde ese momento en adelante, todos los símbolos, tipos y las profecías de Cristo, cesaron, el sabbath como tal continúa por las siguientes razones:

1. El día especial de Dios es un decreto de la Creación, y también uno de los Diez Mandamientos, que son leyes morales vigentes. (Está en la primera tabla del Decálogo: deberes del hombre hacia Dios. El aspecto simbólico de este mandamiento fue cumplido en Cristo, pero el principio esencial del mandamiento se mantiene.
2. Debe seguir existiendo un día de conmemoración de la Creación.
3. Debe seguir existiendo un día para reposar, especialmente para la adoración e instrucción.
4. Debe seguir existiendo aún un día para recordar y proclamar la redención – ahora en Cristo. Este elemento de proclamación es muy importante, porque Cristo mostró y explicó las obras de Dios en el sabbath y de igual forma nosotros, por medio de la evangelización de adultos y niños.
5. Debe seguir existiendo un día de descanso para los trabajadores, de manera que también se beneficien de la primera y cuarta razones expuestas. Este aspecto del cuarto mandamiento debería impedir obviamente la innecesaria labor de ciertas industrias de comercio, ventas, restaurantes, estaciones de gasolina y otras facilidades recreativas.

Hay otro aspecto del Sabbath Judío que se volvió obsoleto con la venida de Cristo: su faceta ceremonial que adquirió con la ley de Moisés (regulaciones adicionales), porque también servía como una señal del pacto especial de Dios con los judíos (Éxodo 31.12-17). Por esta razón la profanación del sabbath tenía pena de muerte. Pero cuando Cristo vino, el pacto temporal con los Judíos terminó, y también las estrictas regulaciones dadas por Moisés con respecto a la manera de guardar este día. Son estas regulaciones adicionales las que Pablo contraviene en Col. 2:16-17.

Cristo gobierna ahora el Sabbath

Si el Día del Señor ha de reflejar el espíritu y estándares del antiguo sabbath, ¿cuál flexibilidad y excepciones se pueden dar y con qué autoridad? La respuesta se encuentra en la enseñanza de nuestro Salvador. Volvemos a nuestro texto en Marcos 2.27-28: “Él les dijo, El día de reposo se hizo para el hombre y no el hombre para el día de reposo: así que el Hijo del hombre es Señor también del día de reposo” (También en Mt. 12:8).

Cristo es Señor del día de reposo, lo que significa que con Su venida Él cumplió todo el simbolismo del día sábado al comprar nuestra salvación, y cambió este día llenándolo de mucho más significado y enriqueciéndolo. Cristo, como Aquel por medio del cual se han dado todos los beneficios a la raza humana, es el originador y diseñador del sabbath, y Él posee el derecho, como Dios, de interpretarlo y adaptarlo.

Además, en Mateo cap. 12 Jesús corrige a los fariseos por haber hecho el Sabbath más estricto de lo que debía ser, admitiendo la posibilidad de hacer obras de necesidad en este día sin quebrantar su espíritu. En nuestro caso, las situaciones de necesidad no deberían ser demasiado elásticas de modo que se permita hacer todo lo que deseamos, porque entonces la dedicación devocional del día se arruinaría. Se debe ejercer libertad en casos de necesidad real. Las personas deben tener en sus corazones y mentes el propósito de honrar el Día del Señor, aunque existan circunstancias excepcionales.

Lo que no se debería hacer

La regla para el Día del Señor se explica en las grandes confesiones. Las personas deben descansar de sus trabajos, palabras y pensamientos en cuanto a su empleo mundano y sus recreaciones, y deben tomar el tiempo para ejercitar la devoción pública y privada en adoración. ¿Cuáles son entonces las posibles excepciones? (evaluar de acuerdo a los principios estudiados):

- ¿Llenar el estanque con gasolina?
- ¿Ir a comprar al almacén?
- ¿Transporte?
- ¿Deportes, actividades de entretenimiento, restaurantes, televisión?

En el caso de los judíos, el quebrantamiento de este mandamiento tenía una pena capital porque significaba despreciar el Pacto de Dios. En cambio, el Día del Señor no significa para nosotros que estamos rechazando nuestra relación con Dios. En nuestro caso, tenemos que guardar este día voluntariamente y con gozo dedicarlo al Señor, cumpliendo así la perfecta ley de la libertad. Uno de los propósitos de este mandamiento es enfrentar al pueblo de Dios ante una decisión, para ver si escogen obedecer el mandamiento y guardar el día o si lo toman para realizar actividades de goce personal.

Trabajo el día domingo

Algunas personas tienen que trabajar en el Día del Señor, y no estamos hablando de casos fáciles, como obras de misericordia, que corresponden a los doctores y a las enfermeras, sino de otras ocupaciones. Hay muchos creyentes que son obligados a trabajar en el Día del Señor, y lo hacen con gran pesar. ¿Es esto incorrecto? No lo es, si no hay manera de evitarlo. Si no se puede conseguir un empleo para mantener a la familia, no podemos juzgarle, porque están en el mismo caso de muchos esclavos en los tiempos del Nuevo Testamento y después, que no tenían descanso alguno. De todos modos, estas situaciones deben ser en extremo excepcionales.

Las labores de servicio al Señor, las obras de misericordia, visitar a los enfermos y ayudar a otros en emergencias, todas estas actividades no quebrantan en manera alguna el día del Señor.

Evidencias Bíblicas del cambio a domingo

1. Jn. 20:19, 26. Jesús va estableciendo un patrón: El sabbath Cristiano se enfocaría en la resurrección, que es la prueba de la victoria y éxito del Calvario (Hch. 17:31).
2. Hch. 20:7. Primera referencia en el Nuevo Testamento sobre un servicio de adoración Cristiano realizado junto con la Cena del Señor. En un comienzo la iglesia primitiva se reunía todos los días (Hch. 2:46), pero con el paso del tiempo se estableció un patrón: el primer día de la semana.
3. I Co. 16.1-2. Esto revela que las reuniones en las iglesias se realizaban el domingo.
4. Ap. 1:10. [Para ver qué entendían los primeros cristianos por "día del Señor", entrar aquí]. El término, “Día del Señor” indica de manera poderosa la forma en que debe ocuparse este día. Es para Él, y debe estar centrado en Él. No es para nosotros, para nuestros placeres terrenales, para nuestras diversiones y juegos. Es para el disfrute espiritual, aprender y servir y compartir con Él.

Menospreciando la ley de Dios


Hoy en día, hemos notado, un creciente número de predicadores que no aceptan que el Día del Señor tenga nada que ver con el antiguo sabbath. Dicen que creen que hay un elemento moral y perpetuo en el cuarto mandamiento, pero solo en lo que respecta a asistir a la iglesia en domingo, y luego somos libres de hacer lo que queramos. Algunos ni siquiera consideran imperativo asistir a la iglesia en este día.

Esta actitud de quebrantamiento del cuarto mandamiento está basada en la idea de que este mandamiento fue suprimido de entre los diez, y que ya no tiene que ver con nosotros hoy. Pero no es posible que un mandamiento que tiene aplicación moral sea desechado así como así. Recordemos que los Diez Mandamientos fueron escritos por el dedo de Dios en tablas de piedra, lo cual simboliza su permanencia. El resto de la ley no fue escrita por Dios mismo, sino que fue referida a Moisés.

Numerosas Iglesias ya no toman en serio la observancia del Día del Señor, organizan espectáculos en este día, actividades recreativas, incluso hasta han cancelado el servicio vespertino y la Escuela Dominical porque interfiere con su tiempo de esparcimiento. Los miembros hacen como les place. Donde prevalece esta conducta negligente, la espiritualidad será muy superficial y a esto sigue la mundanalidad, esto está pasando frente a nuestros ojos hoy.

Alguna clase de castigo viene eventualmente cuando los creyentes conscientemente y de forma deliberada realizan labores impropias en el Día del Señor, rechazando su propósito santificador. Creemos que Dios juzgará a los impíos que impiden que otros observen el Día del Señor, pero sabemos también que el juicio empieza por la casa de Dios (Jer. 17:27; Ez. 20:13; Neh. 13:17-18).

Estos textos son muy solemnes y no deberíamos pensar que Dios ha cambiado de opinión con respecto a la observancia del tiempo que debe ser dedicado a Él. Ya los tipos y ceremonias no tienen vigencia, pero el principio de apartar un día para la adoración es de mucha importancia para nosotros hoy.

Pero no sólo hay reprensión ante el quebrantamiento del día. También hay hermosas promesas para quienes lo honran (Is. 56:2; 58:13-14). La promesa dice que disfrutaremos de especial comunión con Dios en Su día. También seremos utilizados por Dios como triunfantes conquistadores en la búsqueda de almas, al ser grandemente bendecidos con maravillosas victorias de oración. ¡Cuánto podemos lograr con una observancia honrosa del Día del Señor!

El Día del Señor también tiene una profunda influencia en la vida de santificación del creyente, este es un hecho que no se analiza a veces. Un día a la semana cuidadosamente nos dedicamos a honrar a nuestro Señor, y esto nos entrena a hacer lo mismo en cada área de la vida. Una iglesia que trata el Día del Señor de manera ligera, sin importarle si sus miembros se dedican a pasear, jugar golf o ir a piscinas y otras recreaciones después del culto dominical, es una iglesia que le niega a sus miembros una ordenanza que da forma al carácter cristiano, porque si sometemos nuestros planes para honrar a Dios en Su día, ordenaremos también todas nuestras prioridades para los demás días.

Probando al Pueblo de Dios

El Día del Señor es un memorial de la Creación, y aún más, es un memorial de la redención y la resurrección, un día de adoración, de acción de gracias y de instrucción, un día que tipifica el descanso eterno, un día de descanso verdadero para todos, y un día de testimonio. Sobre todo, es un mandamiento de prueba, que nos forma y nos hace ordenar nuestras prioridades para honrar y someternos al Señor para los siguientes seis días “seculares”, y para el sendero completo de esta vida (Éx. 16:4). Al menospreciarlo, nos encontraremos con una vida de egoísmo, centrada en nosotros mismos, en auto-indulgencias, una clase de vida “Cristiana” que muchos practican hoy. El Día del Señor es tanto un día de oportunidades espirituales como una protección espiritual para toda la vida.


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Soli Deo Gloria

Patrística sobre el Día del Señor


Hay quienes sostienen hoy en día que la práctica de la adoración dominical, tan extendida entre las iglesias, fue instituída por Constantino en el año 325 de nuestra era, con el objeto de hacer el cristianismo más amigable a las culturas paganas que componían en Imperio Romano, ya que el día domingo se celebraba al sol como deidad. Si siguiéramos esta línea de pensamiento, nos veríamos forzados a admitir que la adoración dominical constituye una transgresión flagrante a las Escrituras y una violación de la ley de Dios.

Sin embargo, ¿Es cierto que fue Constantino quien instituyó el descanso y la adoración el día domingo? La evidencia literaria de los llamados "padres de la iglesia" nos lleva en sentido contrario. Sus escritos confirman que esta práctica traza sus orígenes al siglo I, es decir, el nacimiento mismo de la cristiandad.

Pese a que los escritos patrísticos no son regla de fe para quienes profesamos la fe bíblica, constituyen un antecedente histórico importante -y podríamos decir concluyente- que nos permite constatar que la adoración dominical fue instituida por Cristo mismo a través de sus Apóstoles.

Revisemos algunas de sus afirmaciones, teniendo en cuenta el año en que probablemente se hicieron, así como su lugar de procedencia, que nos habla de la extensión geográfica de esta creencia:

Justino Mártir
(100-165 d.C., Flavia Neápolis, antigua Siquem, Cisjordania): “Y en el día llamado Domingo, todos quienes viven en las ciudades o en el campo se reúnen en un lugar, y se leen las memorias de los apóstoles o los escritos de los profetas, tanto como el tiempo lo permita; entonces, cuando el orador ha terminado, quien preside instruye y exhorta verbalmente a imitar estas cosas buenas. Luego nos levantamos todos juntos y oramos, y, como dijimos antes, cuando nuestra oración ha acabado, son traídos el pan, el vino y el agua, y el presidente ofrece oraciones y acciones de gracias de acuerdo a su capacidad, a lo que el pueblo asiente diciendo “Amén”. Luego se distribuye a cada uno, y se reparte algo de lo que fue objeto de acción de gracias, y los diáconos hacen llegar una porción a quienes estuvieron ausentes. Y aquellos que poseen alguna cosa y están dispuestos, dan lo que estiman conveniente, y lo que se recolecta es depositado con el presidente, quien socorre a los huérfanos, a las viudas, y a quienes están en necesidad, ya sea por enfermedad o cualquier otra causa, y aquellos que están en cadenas, así como a los extranjeros que residen entre nosotros, teniendo cuidado de todos quienes se encuentran en necesidad.

Pero el Domingo es el día en el que todos nosotros hacemos nuestra común reunión, porque es el primer día, el día en que Dios, habiendo forjado un cambio en la oscuridad y las cosas, hizo el mundo; y el mismo día en que nuestro Salvador Cristo Jesús se levantó de la muerte” (Primera Apología de Justino, Cap. 67).

Ignacio de Antioquía (ca. 117 d.C.): “Permitid a cada amigo de Cristo guardar el Día del Señor como un festival, el día de la resurrección, principal y rey de todos los días (de la semana)” (Carta a los Magnesios, Cap. IX).

“Al amanecer del Día del Señor Él se levantó de la muerte, conforme a lo que Él mismo pronunció: “como estuvo Jonás en el vientre del monstruo marino tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre tres días y tres noches en el corazón de la tierra.” El día de la preparación, entonces, comprende la pasión; el Sabbat acapara el sepultamiento; el Día del Señor contiene la resurrección” (Carta a los Tralianos, Cap. IX).

Bernabé (ca. 100 d. C.): “Por último, les dice: Vuestros novilunios y vuestros sábados no los aguanto. Mirad cómo dice: No me son aceptos vuestros sábados desde ahora, sino el que yo he hecho, aquél en que, haciendo descansar todas las cosas, haré el principio de un día octavo, es decir, el principio de otro mundo. Por eso justamente nosotros celebramos también el día octavo [el domingo] con regocijo, por ser día en que Jesús resucitó de entre los muertos y, después de manifestado, subió a los cielos” (Epístola de Bernabé, XV, 8).

Orígenes (Alejandría, 185 - Tiro o Cesarea Marítima, 254): “En domingo, no se debe hacer ninguna de las obras del mundo. Absténganse de todas los trabajos de este mundo y guárdense libres para las cosas espirituales, vayan a la iglesia, escuchen las lecturas y las predicaciones, mediten en las cosas celestiales” (Homil. 23 sobre Números 4, PG 12:749).

Cipriano de Cártago (ca. 258): “El octavo día, que es, el primer día después del Sabbath, y el día del Señor” (Epístola 58, sección 4).

Didaché (ca. 70-100): “Los días del Señor reuníos para la partición del pan y la acción de gracias, después de haber confesado vuestros pecados, para que sea puro vuestro sacrificio” (XIV, v. 1).

Tertuliano (ca. 160-220, Cartago): “Nosotros nos alegramos el domingo espiritualmente, no por el culto, o veneración del Sol, sino por fines más altos. Los gentiles en Sábado celebran sus fiestas a Saturno, diferenciándose mucho del rito judaico que ignoran, que en los Judíos el ocio del Sábado es misterio: en los gentiles soltura para ocuparse en todo género de lascivias. Nosotros en todo nos diferenciamos de todos; porque el día después del Sábado es nuestra fiesta, y el rito es honesto y sobrio” (Apología de Quinto Septimio Florente Tertuliano, Presbítero de Cártago, Contra los Gentiles, en Defensa de los Cristianos, cap. XVI).

Clemente de Alejandría (ca. 150-211): “Un verdadero cristiano, de acuerdo con lo ordenado en el evangelio, observa el dia del Señor echando fuera todos los malos pensamientos y dedicándose a todo lo bueno, honrando la resurrección del Señor, la cual tomó lugar en ese día” (Stromata, L. VII, XII.76.4).

Atanasio de Alejandría (ca. 296-373): “El Sabbath fue el fin de la primera creación, y el día del Señor el comienzo de la segunda, en la cual renovó y restauró lo antiguo de la misma forma que prescribió que debían anteriormente observar el Sabbath como memorial del fin de las primeras cosas, así nosotros honramos el día del Señor como memorial de la nueva creación” (Sobre el Sábado y la Circuncisión III).

Eusebio de Cesarea (ca. 275-339): “[El grupo herético de los ebionitas] Guardaban el sábado y toda la conducta judaica, pero el domingo observaban prácticas parecidas a las nuestras en memoria de la resurrección del Salvador” (Historia de la Iglesia, XXVII, 5).

Concilio de Laodicea (ca. 363-364, Anatolia): “Los cristianos no han de judaizarse y no deben estar inactivos en el Sabbath, sino que deben trabajar ese día. Deben, sin embargo, reverenciar particularmente el día del Señor, y, si es posible, no trabajar en él, porque son cristianos” (Canon XXIX).


Toda la evidencia anterior lleva al historiador suizo Philip Schaff a concluir: “La celebración del día del Señor en memoria de la resurrección de Cristo, data indudablemente de la era apostólica. Nada menos que el precedente apostólico puede explicar la observancia religiosa universal en las iglesias del segundo siglo. No hay una sola voz de disensión”.

“La observancia universal y no contradicha del domingo en el segundo siglo sólo puede ser explicada por el hecho de que esta tiene su raíz en la práctica apostólica” (Vol. 1; pg. 478-479).

Soli Deo Gloria