viernes, 10 de julio de 2009

Se trata del corazón

Frecuentemente se piensa que el cristianismo se trata simplemente de "ser bueno", o de
"portarse bien". Sin embargo, va mucho más allá de eso. Se trata de una transformación constante de nuestro corazón, el centro mismo de nuestro ser, llevado a cabo por el Espíritu Santo de Dios, el mismo que levantó a Jesucristo de entre los muertos (Ef. 1:20). Esta transformación está acompañada
por el arrepentimiento de nuestros pecados y la fe en el Santo Evangelio del Señor.

En esta entrada la intención es hacer énfasis en que esa transformación no puede ser sólo externa, sino que debe tratarse de un cambio en nuestro corazón. Si sólo se da un cambio externo, una mera observancia legalista de la Palabra, estamos en el mismo nivel que los escribas y fariseos. Sin embargo, Jesucristo dijo: "Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos" (Mt. 5:20). Es decir, si no hay un cambio interno, un "nuevo nacimiento" (Jn. 3:3), una "regeneración" (Tit. 3:5), en otras palabras, si no somos realmente una "nueva creación" (II Co. 5:17) no entraremos en el Reino de los Cielos.

El que piense que basta con cumplir externa y materialmente los mandamientos para ser salvo o santo, no ha entendido las palabras del Maestro. El sermón del monte nos demuestra que pecados como el homicidio, el adulterio y la fornicación pueden cometerse con el pensamiento (Mt. 5:21-30). Es decir, ante Dios puedo ser culpable de homicidio aunque de hecho nunca haya matado a nadie, o puedo ser un fornicario aunque físicamente sea virgen.

Dado lo anterior, es urgente que nos examinemos y nos probemos si estamos en la fe (II Co. 13:5). Si no tenemos la seguridad de que el Señor nos ha salvado, debemos clamar en oración hasta que Él nos responda. Esto por la advertencia que nos hace I Co. 6:9-10:

"¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios".


Nos hemos acostumbrado a la cultura de lo instantáneo y lo automático, donde la paciencia no tiene lugar. No sabemos lo que es clamar por horas, madrugar orando, derramar nuestra alma ante el Señor. Lo más probable es que con oraciones de 5 minutos no logremos la edificación y el crecimiento espiritual que debemos experimentar. Lo mismo ocurrirá si destinamos el último momento del día cuando ya estamos agotados y el sueño nos vence.

Es necesario aclarar, eso sí, que en ningún caso se está promoviendo aquí la salvación por obras. No podemos ganarnos nuestra propia salvación, eso sería negar el sacrificio de Jesucristo (Gá. 2:21). De hecho, si confiamos en nuestros propios esfuerzos para limpiar nuestro corazón y vivir una vida santa, sólo conseguiremos una existencia de sufrimiento y desesperación, aparte de seguir siendo pecadores sin salvación. La única forma de que nuestro corazón sea limpio es confiando solamente en la obra del Espíritu Santo, a través de la oración, la lectura de la Palabra y la comunión con los santos. Repito: se trata de clamar, si es preciso reclamar (en una forma bíblica, como lo hace el salmista, por ejemplo) debemos hacerlo. Recomiendo mucho la lectura del libro de Salmos, ya que contiene ejemplos bíblicos de oración y adoración, y nos enseña sobre la limpieza de corazón y el temor de Dios.

Es el estado de nuestro corazón lo que determinará si somos cristianos genuinos o meros sepulcros blanqueados. Es lo que hacemos en la intimidad, cuando nadie nos ve, es lo que vemos en el espejo cuando estamos solos, es lo que ocupa nuestra mente y nuestros pensamientos más recónditos lo que finalmente nos dirá en qué estado nos encontramos.

Expondré algunos textos bíblicos que nos hablan sobre la limpieza del corazón, y veremos cuán importante es:

"Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios" Mt. 5:8.

"¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo?
El limpio de manos y puro de corazón;" Sal. 24:3-4a.

"Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida". Pr. 4:23.

"Seis cosas aborrece Jehová, Y aun siete abomina su alma: [...] El corazón que maquina pensamientos inicuos" Pr. 6:16, 18a.

"Abominación son a Jehová los perversos de corazón; Mas los perfectos de camino le son agradables." Pr. 14:20.

"Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor" He. 12:14

En resumen:
1.- El cristianismo no sólo consiste en una conducta externa, sino principalmente en un cambio interno, del corazón.
2.- Ese cambio -INSISTO- sólo puede llevarlo a cabo el Espíritu Santo, y nunca nuestros propios esfuerzos.
3.- Si ese cambio no se ha producido en nuestra vida, debemos orar hasta que el Señor nos responda. Tengamos en cuenta aquí lo siguiente:

"Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá" Lc. 11:9-10.

"Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado" Ro. 10:11.


¡Así es! Quizás ud. dirá: "es fácil decirlo, yo he orado muchas veces pero no recibo respuesta". Déjeme decirle que entonces no ha clamado suficiente, y le insto a seguir todo el tiempo que sea necesario, y verá que el Señor responderá. De hecho, en este momento me estoy predicando a mi mismo. En estos días me encuentro en ese hermoso período de espera en el Señor, simplemente confío en que el es fiel a su promesa, y es por eso que el terminará la obra que comenzó en mí (Fil. 1:6), y me guardará por su poder a través de la fe para alcanzar salvación (I P. 1:5). Mi confianza por primera vez no está en mis esfuerzos, sino en Él. ¡Bendito Sea! En este momento estoy esperando su salvación en silencio (Lm. 3:26), sabiendo que en ningún modo seré avergonzado porque he creído en su nombre.

Como dice el salmista, "Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí." (Sal. 51:10). Confío en su fidelidad, Él no quebrantará su promesa. Amén.

Que el Señor nos de paciencia y perseverancia para aguardar su salvación en silencio, sabiendo que Él no quebrantará su Palabra. Amén.

__________________________________________
Los dejo con un extracto de una EXCELENTE predicación del Pastor Henry Tolopilo, del ministerio "Gracia a Vosotros". Visite www.gracia.org.


1 comentario:

  1. No basta con ser bueno, hay que buscar el rostro de Dios y ser acepto a Dios siendo limpio por la palabra y dejandonos renovar día a día.

    Que este muy bien ,mi colega en Jesús.

    Un abrazo.

    Bendiciones mi estimada.

    Au revoir.

    ResponderEliminar